SOLEDAD Y ETERNIDAD

Los condenados como los llama Anne Rice. Sin embargo, seres intelectualmente superiores, dotados con fuerza extraordinaria y físicamente perfectos, ¿a qué podrían estar determinados?

Solitarios, ensimismados, perdidos y errantes por un camino vacuo y sin sentido donde todo se reduce a la búsqueda insaciable de alguien con quien estar el resto de los días, alguien que haga parecer la inmortalidad un poco menos absurda de lo que ya es por sí misma. Los mortales, ellos representan la otra cara de la moneda; las ganas de vivir al límite y la necesidad de valorar cada minuto los hace el complemento ideal para su existencia maldita, pero es inevitable que vean a las personas como ‘una flor de color sangre’ que involuntariamente exaspera sus sentidos y los obliga a destruirla. Así, todo lo efímero es contrario a su esencia porque con los humanos ‘no importa lo perfecto que sea el día, siempre ha de acabar.’

Por esta razón, son quizás los de su misma naturaleza los que podrían realmente cambiar su mundo trivial; no obstante, ‘qué pueden decir los condenados a los demás condenados’, es decir, cómo puede la oscuridad iluminar las tinieblas o el vacío llenar el desierto. Entonces, la clave está en la conversión. Una persona consiente de su transformación en no muerto lograría conservar en parte la sensibilidad propia de los seres humanos mezclando de esta forma lo terrenal con lo perpetuo.

A pesar de lo anterior, convertir a un humano implica desatar una batalla entre el instinto y la salvación donde lleva siempre la ventaja el primero y es por eso que la mayoría continúan vagando solos por el mundo, viviendo sin respirar y durmiendo sin soñar condenados a la soledad y a la eternidad porque para ellos ‘las puertas del cielo permanecerán cerradas para siempre’.

Nilho Zeta